agosto 04, 2014

Últimas informaciones sobre el entrenamiento con TRX®


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Últimas informaciones sobre el entrenamiento con TRX®
Peña, Guillermo
Heredia, Juan Ramón
Instituto Internacional Ciencias Ejercicio Físico y Salud
IICEFS
El entrenamiento con el dispositivo comercializado con el nombre de TRX® Suspension Trainer™ y otros similares disponibles en el mercado (AirFit Trainer Pro, Flying, Jungle Gym XT) ha irrumpido con fuerza en distintos contextos de entrenamiento, en demasiadas ocasiones amparados bajo el paraguas del “entrenamiento funcional” y que tantas veces hemos abordado en otras publicaciones (enlace 1enlace 2enlace 3). Este tipo de dispositivos de entrenamiento generadores de inestabilidad externa, que tanto se han difundido en el ámbito del fitness, se ha valido de campañas publicitarias bien diseñadas para introducirse en equipos deportivos profesionales de las grandes ligas americanas y entre destacados deportistas que han favorecido su popularización.
La mayor parte de dispositivos de suspensión disponibles en el mercado consisten en dos correas colgantes de nylon no elásticas, ancladas a un soporte en un punto más alto. El apoyo de las extremidades sobre estas correas supone un importante desafío para el control y la estabilidad del cuerpo. Este tipo de equipamientos permite crear una gran variedad de ejercicios contra el propio peso corporal con distintos niveles de dificultad y requerimientos de estabilización activa. Hipotéticamente, la mayor desestabilización generada provoca un mayor reclutamiento de las unidades motrices [Beach et al., 2008; Marshall and Murphy, 2006].
Al igual que ha venido sucediendo con muchos otros dispositivos generadores de inestabilidad externa (fitball, BOSU®, discos inflables, etc.), al principio de su aparición los estudios y tesis doctorales que se han preocupado por conocer los verdaderos efectos neuromusculares del uso de este tipo de equipamientos en “suspensión” son escasos [Beach et al., 2008; Schoffstall et al., 2010; Dyrek, 2011; Martín et al., 2012; Snarr et al., 2013; Calatayud et al., 2014, Maeo et al., 2014; McGill et al., 2014a; McGill et al., 2014b]. En España, el grupo de investigación pionero en analizar los efectos del entrenamiento en suspensión es el liderado por el profesor Juan Carlos Colado desde el laboratorio de Actividad física y Salud de la universidad de Valencia. La mayoría de los estudios publicados con este tipo de equipamientos coincide en afirmar las grandes demandas de activación muscular que se exige a la musculatura del core/tronco (recto anterior del abdomen, especialmente) en comparación con la realización del mismo ejercicio en una situación estable como el suelo firme, si bien estos hallazgos sólo pueden ser extrapolados a los ejercicios estudiados por estas investigaciones -casi siempre el ejercicio de “push-up”- y bajo las estrictas condiciones establecidas para cada estudio en el laboratorio (grado inclinación del cuerpo, separación de los agarres, número de repeticiones, velocidad de ejecución, características de la muestra de sujetos, etc.).
Muy recientemente han surgido nuevos estudios sobre esta modalidad de entrenamiento de la estabilidad utilizando este tipo de dispositivos Un estudio muy reciente publicado por Calatayud et al. (2014) comparó la activación muscular de las extremidades superiores durante la realización del ejercicio de push-up (flexo-extensiones de brazos) entre diferentes tipos de equipamientos de entrenamiento en suspensión con diferentes anclajes y características que podían afectar a los distintos grados de estabilidad. De forma resumida, los resultados del estudio mostraron que comparativamente la activación muscular del tríceps braquial, trapecio superior, recto femoral y core (recto anterior del abdomen y erector espinal lumbar) fue mayor con los equipamientos de entrenamiento suspendidos que con la realización del ejercicio sobre el suelo firme, muy especialmente con el dispositivo más inestable de todos que monta un sistema de un solo anclaje con polea en el centro (Airfit Trainer Pro, PurMotion™, recto anterior: 105% MVIC; tríceps braquial: 47,8% MVIC; trapecio superior: 20,4 %MVIC; recto femoral: 19,2 %MVIC; erector espinal lumbar: 4,3 %MVIC). Sin embargo, las situaciones que facilitan más estabilidad, como el push-up sobre el suelo o el dispositivo menos inestable (Jungle Gym XT), fueron las que favorecieron una mayor activación muscular del pectoral mayor y deltoides anterior en el mismo ejercicio. Este reciente estudio viene a apoyar los resultados y conclusiones de otras investigaciones que analizan el mismo ejercicio [Beach et al., 2008; McGill et al., 2014a], con la novedad de haber comparado entre sí varios tipos de equipamientos de suspensión comercializados.
No obstante, y también hay que comentarlo, existen algunos resultados que contradicen este tipo de resultados (Maeo et al., 2014; Snarr y Esco, 2013). Así por ejemplo, Snarr y Esco (2013) encontraron que al comparar el push-up “suspendido” con el push-up tradicional sobre suelo firme el primero provocó una mayor activación muscular (EMG) del pectoral mayor, deltoides anterior y tríceps braquial. Las razones que puedan explicar estos resultados contradictorios se escapan al cometido de esta publicación, pero tal vez puedan estar relacionados con el control de algunas variables, como podría ser la posición/separación de las manos durante la ejecución de ambos ejercicios a lo largo de la acción concéntrica.
Los últimos estudios que conocemos, y realmente novedosos por varias razones, son los que el profesor Stuart McGill y colaboradores (2014) tienen publicados en el Journal of Strength and Conditioning Research y, próximamente, en el Journal of Electromyography and Kinesiology. Estos estudios llaman particularmente la atención por cuanto son los primeros que conocemos que analizan las cargas compresivas y de cizalla sobre el raquis lumbar al realizar distintos ejercicios “suspendidos” de empuje/push y tracción/pull, además de la activación muscular solicitada.
Uno de estos estudios analiza concienzudamente la activación muscular y la carga raquídea durante diferentes ejercicios de tracción/pull sobre superficies de contacto estables y lábiles/inestables (TRX® Suspension Trainer™). Este estudio tomó una muestra de 14 varones universitarios sanos con experiencia en el entrenamiento a los que se les registró la actividad muscular, la fuerza externa, y el movimiento segmentario corporal 3D comparando más de 10 ejercicios de tracción (con autocarga en TRX y con autocarga libres sin TRX) a distintos ángulos de inclinación del cuerpo. Todos estos datos fueron procesados por un sofisticado modelo matemático 3D que integraba la actividad muscular y la cinemática segmentaria corporal para estimar la fuerza muscular. A partir de la fuerza muscular y de las cargas articulares de cada segmento se calculó la carga raquídea lumbar. Los resultados más interesantes fueron que los ejercicios que mayor carga raquídea produjeron fueron los ejercicios de tracción con autocarga realizados sin el dispositivo TRX (flexiones de brazos en barra fija), estando todos los ejercicios analizados por debajo de 3000 y 500 N de carga compresiva y de cizalla, respectivamente. Además, todos los ejercicios analizados produjeron las mayores cargas de cizalla lumbar al comienzo del ejercicio (fase concéntrica inicial) y fue reduciéndose a medida que la tracción llegaba a la parte más alta del movimiento (fase concéntrica final). Respecto de la activación muscular (dorsal ancho, erector espinal lumbar y dorsal), y como era de suponer durante los ejercicios de tracción con el dispositivo TRX, aumentaba a medida que el cuerpo alcanzaba la posición más horizontal (mayor ángulo de inclinación del cuerpo). En comparación, los ejercicios de tracción con autocarga sin TRX (remo invertido y flexiones de brazos en barra) fueron los que mayores niveles de activación muscular abdominal anterior, del pectoral mayor, y del dorsal ancho produjeron, y por tanto mayor carga raquídea. Estos resultados indican que los ejercicios de tracción realizados con este medio de entrenamiento suspendido alteran en menor medida la activación muscular del tronco/core que con los ejercicios de empuje o push referidos en otros estudios [Freeman et al, 2006; Beach et al., 2008; Schoffstall et al., 2010; Dyrek, 2011; Martín et al., 2012; Calatayud et al., 2014; McGill et al, 2014a].
En definitiva, estos dos pioneros estudios del profesor McGill concluyen que todos los ejercicios analizados de tracción y empuje son seguros para la integridad estructural del raquis ya que en ningún caso superan cargas raquídeas compresivas (>3000 N) o de cizalla (>500 N) por encima de los límites propuestos como seguros. Esto es posiblemente debido a que parte de la carga es repartida entre las piernas y los brazos agarrados a las correas. La clasificación de estos ejercicios según la carga raquídea generada puede ser una herramienta útil para el técnico que deba decidir sobre la selección de uno u otro tipo de ejercicios en suspensión y su progresión según el objetivo y nivel/características del sujeto [tabla 1 y figura 1].
Tabla 1. Ranking de compresión raquídea media al comienzo de cada ejercicio de tracción.
Figura 1. Carga raquídea de cizalla de cada ejercicio de tracción.
Tabla 2. Activación muscular en %MVIC de cada ejercicio de tracción (media y desviación estándar).

Bibliografía.
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9.Maeo, S; Chou, T; Yamamoto, M. Kanehisa, H. Muscular activities during sling- and ground-based push-up exercise. BMC Research Notes, 2014, 7:192
10.McGill, S.M., Cannon, J. and Andersen, J. Analysis of pushing exercises: Muscle activity and spine load while contrasting techniques on stable surfaces with a labile suspension strap training system. Journal of Strength and Conditioning Research,2014a; 28, 105-116.
11.McGill, S.M.; Cannon, J, Andersen, J. Muscle activity and spine load during pulling exercises: Influence of stable and labile contact surfaces and technique coaching. Journal of Electromyography and Kinesiology (2014b) doi:http://dx.doi.org/10.1016/j.jelekin.2014.06.002
12.Freeman S, Karpowicz A, Gray J, McGill S. Quantifying muscle patterns and spine load during various forms of the push-up.Med Sci Sports Ex, 2006; 38: 570-577.

Acido Láctico: ¿el “enemigo” incomprendido y/o inexistente?


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Ácido Láctico: ¿el “enemigo” incomprendido y/o inexistente?
Mata, Fernando*
Heredia, Juan Ramón*
Peña, Guillermo*
Sánchez, Laura**
Jorge Vidal Roig*
Edir Da Silva Grigoletto, Marzo*/***
* Instituto Internacional Ciencias Ejercicio Físico y Salud
** Lcda. en Biología. Master en Investigación Medicina Clínica. Investigadora Servicio Biología Molecular y Microbiología Hospital General Universitario Elche.
*** Centro de Ciências Biológicas e da Saúde,Universidade Federal de Sergipe, Brasil

Queremos agradecer y reconocer la colaboración de los profesores D. Jorge L. Roig y D. Facundo Ahumada en la consulta y revisión sobre esta temática y su desarrollo. Consideramos que son dos profesionales que han venido exponiendo y defendiendo la reflexión y el análisis entorno a estas cuestiones en el ámbito de la fisiología del ejercicio.
En la presente entrada pretendemos afrontar una cuestión controvertida y que suele suscitar atención cuando es planteada o explicada en los diversos entornos profesionales y académicos. A este respecto en muchas ocasiones se observa cierta “resistencia” (algo difícil de comprender, dado que la actitud adecuada en nuestro área debería ser abierta hacia nuevos planteamientos, constructiva y tendente a la actualización), o bien cierto escepticismo incluso con una muestra de desinterés relacionada con una teórica falta de relación con su potencial utilización en el ámbito práctico. No son comprensibles muchas de estas actitudes y argumentos que no debería eximir de la responsabilidad de conocer esta información para poder manejar argumentos y criterios mucho más sólidos en base a este conocimiento.
A este respecto, resulta interesante una frase literal extraída del artículo de revisión del magnífico neurofisiólogo Dr. Juan Ribas (2010),
“…La realidad es que en este como en otros aspectos del entendimiento e interpretación de los resultados en ciencia hay inercia (gregarismo), intereses de política científica e intereses de política económica, cuando no orgullo, falta de humildad y falta de autocrítica. En descarga, aunque no justificación de lo anterior, valga la corriente mundial de la necesidad de publicar para poder subsistir en el ámbito de la investigación científica.”
No obstante, es necesario matizar que cualquier réplica o exposición debe hacerse desde el exquisito respeto y utilización del propio medio y lenguaje científico y no ampararse en determinados argumentos para atacar posturas o informaciones sin más hecho que una mera teoría o hipótesis.

Contextualización sobre la formación del ácido láctico.

La información que se ha venido manejando históricamente sobre la formación del “ácido láctico” y sus repercusiones es en la actualidad y desde hace ya más de diez años, seriamente cuestionada, lo que nos obliga a una reflexión entorno a esta temática y a la necesidad de mostrar esta información (el objetivo de este blog), al tiempo que se explican los mecanismos fisiológicos a nivel bioenergético y metabólico en un intento, no solo de aportar el suficiente soporte científico sino, posiblemente tal como expone Ribas (2010), redimir al “lactato” de tantos “crímenes” metabólicos que le han sido adjudicados probablemente de forma injusta.
El ácido láctico es un ácido orgánico de tres carbonos, uno de los cuales forma el único grupo carboxilo de la molécula. El ácido láctico es la forma molecular, por tanto tiene protonado su carboxilo (-COOH), mientras que el lactato presenta ionizado dicho grupo funcional ( COO-) por la liberación del hidrógeno en forma de hidrogenión (H+). Ambas son formas interconvertibles a valores de pH bajos ya que el pK del ácido láctico es de 3.86. (Silberber, 2003).
Breve resumen histórico
Fue hacia el final del siglo XVIII, Scheele en 1780, encontró un ácido en muestras de leche agria, de la que lo aisló con otras impurezas. Debido a sus impurezas, al principio se pensó que era ácido acético impuro mezclado con la leche, sin embargo se pudo comprobar que en realidad era el ácido 2-hidroxipropanoico, de modo que se le siguió llamando “láctico” por su aparición en la leche agria (Ribas,2010). Aunque Scheele es recordado por ser el descubridor del lactato fue Jöns Jacob Berzelius (1779-1848), otro sueco, quien relacionó al lactato con el ejercicio cuando informó de la presencia de lactato en los músculos de ciervos cazados. Berzelius aparentemente se convenció de que la cantidad de lactato en el músculo era proporcional a la cantidad de ejercicio que el músculo había realizado (Gladden, 2008).
Posteriormente, a principios del siglo XIX, apareció “láctico” en la leche fresca, en la carne, en la sangre y en una amplia variedad de tejidos orgánicos y en distintos procesos de fermentación. En 1869 ya se determinó la fórmula química y se pudo aislar en muestras puras.
En las primeras décadas del siglo XX Hill y Margaria se empeñaron en dar pruebas de que el acido láctico que aparece en ejercicios de intensidad menor al VO2max es producto de la glucolisis inicial propia del comienzo de todo ejercicio, la que se desarrolla en un estado de “déficit de oxígeno”, pero que luego el valor encontrado en sangre no se modifica, o a lo sumo, desciende, por lo que se infiere que no hay producción del mencionado metabolito durante el transcurso del trabajo físico. Si se considera que siempre que hay una falta de oxígeno (anaerobiosis) para un esfuerzo hay elevación de los valores de acido láctico en sangre por incremento en su producción, parecía lógico pensar entonces que aquellos ejercicios en que éste aparezca elevado la causa seria la carencia de dicho gas (Roig, 2003)
La aparición y aceptación del término “acidosis láctica” procede de una interpretación libre, y algo desafortunada, de la magnífica investigación de Meyerhoff, sobre la energética de los carbohidratos (que demostró la producción de ácido láctico como un producto colateral de la glucólisis en ausencia de oxígeno) y Hill (que cuantificó la energía liberada durante la conversión de glucosa a ácido láctico en condiciones de poca disponibilidad de oxígeno y, lo que es más importante, cuando un músculo demandaba energía por encima de la que le podía suministrar la oxidación de substratos en presencia de oxígeno, la conversión de glucosa a láctico podía suministrar una alta cantidad de energía en poco tiempo para la contracción muscular) (Ribas, 2010). Ambos autores recibieron un premio Nobel en 1922 (Raju, 1922; Shampo et al., 1999).
A este respecto, una cuestión relevante es que Hill nunca propuso la condición de hipoxia como causa para la producción de lactato, simplemente hizo la constatación de que el músculo podría desarrollar gran cantidad de fuerza y potencia sin la necesidad de oxígeno. A partir de ahí, la estrecha relación entre la concentración de lactato y el pH en sangre fue determinada por grupos tan relevantes como el de Margaria (1993) o Sahlin (1976) y ha sido interpretada como una relación causa-efecto.
Como bien exponen Morell y colaboradores (2007) en aquella época había un conocimiento insuficiente de las reacciones ácido-base y, por otro lado, tampoco existía suficiente conocimiento de la respiración mitocondrial y, por lo tanto, se desconocía en gran parte el papel de la mitocondria en la alteración del balance protón-celular. Además, las investigaciones del pasado que son usadas para mantener el concepto de acidosis láctica, estarían basadas en correlaciones, que pueden llegar a mantener una evidencia indirecta, pero nada más, ya que los resultados de una correlación no implican causa-efecto(Morrell et al, 2007; Ribas, 2010).
De esta forma, históricamente, el lactato ha sido asociado a situaciones en las que se consideraba la existencia de una “falta” de oxígeno. De hecho su relación con situaciones hipóxicas llevó al constructo de que era la hipoxia la causante de los aumentos de lactatemia (sólo en condiciones extremas la aparición de lactato se debe a esta causa) (Ribas, 2010). No se ha demostrado mediante medición de la presión de oxígeno sanguíneo, tanto arterial como venoso, una falta de oxígeno que sustente un aumento de la lactatemia (en situación de esfuerzo intenso, en condiciones normobaricas y en ausencia de patología) que comprometan los sistemas de aporte de oxígeno; del mismo modo, no se ha demostrado, realmente, que se de una baja presión de oxígeno intra-miocitaria en esfuerzos intensos (Gonzáles & Ribas, 2002). No obstante, si se ha demostrado que la máxima caída de la presión parcial de oxigeno en actividad muscular extenuante pueden llegar a 10 mmHg, nueve veces más que la cantidad de oxigeno necesaria para que la mitocondria funcione (Gonzalez & Ribas ,2002)
A pesar de las controversias respecto a su relación con la hipoxia, poco a poco se ha ido incorporando información atribuyendofunciones valiosas a la aparición de altas concentraciones de lactato en el espacio extracelular (Ribas, 2010) que podrían animar a los especialistas en ejercicio a considerar el “papel” del lactato en la cuestión bioenergética cambiándolo del “enemigo” al “colaborador necesario” a quien conocer y comprender. Entre las diferentes funciones resalta el papel del lactato no como producto terminal, sino como producto intermediario potencialmente oxidable. Así el shuttle o lanzadera de lactato presupone que éste es removido a tejidos anatómicamente e histológicamente iguales (entre las fibras musculares blancas glucolíticas y las rojas oxidativas durante el ejercicio físico o entre el musculo esquelético sometido a un esfuerzo físico y el músculo cardiaco) o diferentes a distancia (hígado), brindando una fuente significativa de sustrato oxidable y significativamente oxidable, en condiciones como por ejemplo las de ejercicio físico (Brooks, 2002, 2007; Hashimoto et al.,2006; Gladden., 2004).
Algunos investigadores han postulado (Robergs et al., 2004) que la creencia de que la producción de lactato liberaba un protón y causaba acidosis era un constructo (interpretación de un hecho no probado que erróneamente lleva a que sea aceptado como un hecho). De hecho la fuente principal de protones es la hidrólisis de ATP acoplada a la glucólisis, proponiéndose (Taffaletti, 1991) que la producción de lactato, en realidad, consume protones y que de cualquier modo el aumento en la producción de lactato está separado de la liberación de protones y de la acidosis. Diferentes autores (Brooks, 2000; Robergs.,2004; Gladden,2004, 2008; Cairs,2006) señalan que aunque, la acumulación de lactato sanguíneo o muscular es un buen indicador del incremento de la liberación de protones y el potencial de disminución del pH celular y sanguíneo, tales reacciones no deberían ser interpretadas como causa y efecto (Mogollon F & Petro J.L.,2013).
No menos relevante y clarificador resulta el razonamiento simple y muchas veces olvidado de lo que determinamos en laboratorio a través de los diferentes dispositivos de análisis de lactato. Así, los diferentes biosensores del mercado para el análisis de lactato están basados en la inmovilización de la enzima lactato deshidrogenasa (LDH) o lactato oxidasa (LOX), catalizando la reacción del lactato a piruvato y peróxido de hidrógeno de acuerdo a las reacciones (Romero et al.,2008):
l-lactate + LODox → pyruvate + LODred (1)
LODred + O2 → LODox + H2O2 (2)
H2O2 → O2 + 2e− (3)
Como se puede observar los biosensores del mercado analizan lactato y no acido láctico en la derterminación.

Entendiendo la formación de lactato

Una cuestión elemental que debe ser comprendida dentro de la bioquímica de nuestro organismo es que todas las reacciones químicas son posibles en la medida que el ambiente en el cual se desarrollan reúna las condiciones homeostáticas para que las mismas se produzcan.
Varios aspectos son relevantes a considerar en el ambiente celular. Entre ellos uno es la presencia de sustancias capaces de donar o aceptar protones (H+). La concentración de estos protones garantiza la normalidad de las reacciones en la medida que ella se mantienen en una concentración determinada. En esto punto, dicho valor se expresa bajo el concepto de pH. La concentración de protones, y de pH por extensión, es esencial por cuanto su concentración influye en las reacciones enzimáticas, bioquímicas y moleculares. La carga de H+ en el citosol repercuten tanto en la estructura como en la función celular, por lo que, deben de existir mecanismos fisiológicos que mantengan un equilibrio entre la aparición de H+ y su eliminación (o amortiguación) persiguiendo con ello el mantenimiento del pH (o concentración de protones) dentro de los límites fisiológicos.
Los mecanismos que se activan (químico, respiratorio y renal), actúan en diferentes tiempos con el fin de asegurar la homeostasis denominada acido-base, de importancia vital en nuestra fisiología.
Otro concepto importante es el de equilibrio químico, entendiendo este como el punto donde la velocidad de la reacción de reactivo a productos es igual que la velocidad de la reacción de productos a reactivos es la misma. La constante de equilibro (K) es la expresión, en términos de cantidad, de la relación entre las concentraciones de los reactivos y los productos en equilibrio y se define por un cociente. La constante de equilibrio nos pone en evidencia si esta favorecida la formación de reactivos o de productos en una reacción. Por ejemplo, si una reacción tiene una K muy grande, ella expresa que está muy favorecida la concentración de productos relativamente a la de reactivos.
Por último, y no menos importante es el concepto de ácidos y bases fuertes o débiles. Todo ácido, al reaccionar con una base se convierte en su conjugada en virtud de la transferencia de un protón (H+) del ácido a la base. En tanto que la base, al ganar un protón, se convierte en su ácido conjugado. Esta reacción representa un equilibrio químico que se puede desplazar a derecha o izquierda y en donde la misma tendrá la dirección en la que el ácido y la base más fuerte reaccionen para dar las correspondientes base y ácido más débiles. La fuerza de un ácido está relacionada con la tendencia de la molécula a liberar un protón en un solución, aún cuando la solución sea ya ácido (pH <7 50="" a="" aceptaci="" acidas="" al="" alcanzado="" alcanzar="" as="" bajo="" base="" bases.="" cido="" cidos="" como="" conoce="" constante="" cu="" cual="" cula.="" culas="" de="" definida="" dejan="" desprotonadas="" din="" disociaci="" el="" en="" encuentran="" entre="" equilibrio="" equilibro="" es="" esto="" fuertes="" fuerza="" funcional="" grado="" grupo="" hasta="" hay="" igualmente="" l="" la="" las="" liberar="" lo="" los="" mejor="" mico="" mitad="" mol="" n="" otra="" p="" para="" ph="" pk="" por="" potencial="" prot="" protonadas.="" protones.="" protones="" que="" relativamente="" se="" sea="" su="" tanto="" tiempo="" tiene="" un="" una="" unir="" valido="" van="" vendr="" vuelven="" y="">
Los ácidos y las bases se caracterizan por las denominadas Ka y Kb, denominadas constante de equilibrio (K), las que según refieran a ácidos o bases se denominarán constantes de disociación Ka y Kb respectivamente. Estas permiten comparar la fuerza relativo de los ácidos y las bases. Así, cuanto más pequeño sea el valor de Ka de Kb, más débil será el ácido o la base correspondiente. Por el contrario, a mayor Ka o Kb, más fuerte será el ácido (y más débil su base conjugada).
Teniendo en cuenta el logaritmo negativo de la constante disociación acida (pKa) del ácido láctico (pKa = 3,86) y en relación al pH celular (7,35) se puede constatar que no podemos encontrar ácido láctico como tal sino como lactato, de acuerdo a la ecuación de Henderson-Hassenbach (Mogollon F.& Petro J.L.,2013). La aplicación de dicha ecuación nos muestra claramente como a pH fisiológico la especie hallada es el lactato y no el ácido láctico (Gladden, 2008; Hashimoto et al., 2008; Mendoza,2009; Ferrer 2012). Dicho de otra forma, a pH 3.86, la mitad de las moléculas estarían como ácido láctico y la otra mitad como lactato. Si el pH se disminuye, aumenta la proporción ácido láctico vs. lactato, pudiendo alcanzarse un valor de pH en el que el 100% de las moléculas sean de ácido láctico. Por el contrario, con un pH superior a 3.86, disminuye dicha proporción, llegando a estar virtualmente solo la forma de lactato al pH fisiológico.
Por tanto todo parece apuntar a que el lactato, es la base conjugada del ácido láctico, por lo que no son lo mismo y, por ende, su uso indistinto es inexacto.

Bibliografía

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